Para entregar un excelente servicio de consultoría de negocios, es fundamental transmitir confianza a los clientes. Para lograrlo, hay que tener muy bien desarrolladas estas tres competencias clave. Acá te explicamos por qué.
Como un verdadero triángulo virtuoso, la confianza de las empresas que requieren de un consultor externo, se sustenta en tres habilidades básicas. Quien preste una asesoría empresarial debe contar con criterio, rigor y creatividad.
De estas tres “virtudes”, el criterio es quizás la más importante. Ante tantos problemas y situaciones en el día a día de cualquier empresa (y más en el escenario actual provocado por el Covid-19) un consultor debe tener el criterio para –en base a su experiencia, intuición y conocimientos fundamentados– poder identificar, discernir, clasificar o relacionar una causa con su efecto.
Definiciones como ¿qué proponer?, ¿qué hacer?, ¿qué consecuencias tendrá?, se deben responder en base a un acabado criterio profesional, lo que finalmente puede traducirse en el éxito o fracaso de la consultoría e, incluso, del negocio mismo.
También se espera de un consultor que tenga formados sus propios criterios que le otorguen la facultad para comprender las cosas y formar y compartir sus opiniones al respecto (sobre todo por su visión general y externa a la compañía). Pensemos que un cliente ya tiene una visión endogámica de su empresa y lo que espera le aportes es tu visión en 360 grados del negocio.
Todo lo anterior se debe transmitir y ejecutar con el máximo rigor. Por ejemplo, si una empresa necesita asesoría en marketing, es importante definir bien los parámetros a utilizar, pues es un verdadero “cajón de sastre”, donde cada quien puede tener una estrategia distinta. Ante este escenario, se necesita de rigor para aplicar con propiedad y precisión todo lo que atañe a la consultoría.
En palabras simples, el asesor debe ir paso a paso en el proceso de definición e instalación de sus propuestas: investigación, análisis, pronósticos, definición de objetivos y de estrategias, planeación de acciones, y una asignación y control de recursos.
Este ejemplo, basado en el marketing, se puede aplicar en cualquier tipo de consultoría, como financiera o de RRSS. Es una regla que distingue a los verdaderos profesionales del rubro, que logran comprender la situación particular de su cliente, validar información entre ambas partes, junto con generar diagnósticos operativos y análisis dinámicos, todo en base a la observación.
Por último, aunque no menos importante, está la creatividad. Y es que nos contratan para aportar soluciones nuevas. Las ya conocidas, la empresa probablemente las ha aplicado, y por algo está llamando una mirada externa, fresca y sin prejuicios.
La creatividad implica huir de lo obvio, lo seguro y lo previsible, para producir algo novedoso. Un buen consultor debe tener la facultad de poder aplicar, fuera de su contexto original, estrategias y acciones de éxito que reproduzcan aquel en un nuevo escenario.
Puedes arriesgarte con lo novedoso si has analizado con criterio y rigor los pros y contras de tu propuesta. Asimismo, es importante dejarse llevar por la intuición también, que no es otra cosa que tu experiencia subjetiva acumulada tras muchos años de expertise.
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