Chile no es indiferente a la crisis a nivel global provocada por el Covid-19. La pandemia nos ha puesto en un escenario nuevo, disruptivo, desafiante y altamente incierto. Por lo mismo, muy estresante.
Todas las organizaciones, sin excepción, están enfrentando y se han visto en menor o mayor medida afectadas por la crisis que ha provocado el Covid-19 y las restricciones de movimiento impuestas por la autoridad sanitaria.
Antes de la pandemia, la consultora PWC realizó una encuesta en Estados Unidos en la que un 98% de los ejecutivos consultados dijo creer que enfrentará alguna crisis en el mediano plazo, mientras que un 80% reconoció haber pasado por una. Hoy, ambas respuestas estarían cercanas al 100%.
Por si fuera poco, existe un ingrediente adicional producto de las tecnologías de la información: la inmediatez y acceso masivo a las redes sociales, sumado a los medios de comunicación tradicionales, que están migrando rápidamente a ser multiplataforma y más ágiles en la manera de comunicar. Todo esto pone a las organizaciones en una situación de constante vulnerabilidad.
Es por ello que el rol de los directorios, el cual evoluciona (o, al menos, debe evolucionar) en forma permanente, debe adaptarse e incorporar todo lo anterior como factores críticos.
Probablemente, muchos de ellos a nivel local y global están actualmente sopesando los efectos de la crisis social y económica que vive nuestro país producto de la pandemia, y tomando medidas para manejarla -en primera instancia-, y retomar la senda del crecimiento, una vez que lleguemos a un escenario de relativa normalidad.
El desafío de las compañías actualmente es actuar como cuerpo colegiado, analizando la situación particular por la que atraviesan y sus efectos inmediatos. Además, quienes quieran sobrevivir deben tomar las decisiones en forma rápida, sin perder la visión de largo plazo y teniendo presente la sostenibilidad de la organización.
Para ello, es clave contar con un gobierno corporativo altamente calificado en lo técnico, que sea capaz de aportar una visión analítica y profunda en todos los aspectos que involucran a la organización (esto incluye lo financiero, legal, comercial, reputacional, relación con el entorno, etc).
A ello hay que sumar otras características que cobran especial relevancia en el contexto actual, como directores con sentido social, empatía, capacidad de reflexión y adaptabilidad.
Todo ello es necesario para hacer de esta instancia un círculo virtuoso que sea capaz de mirar fríamente en un entorno de estrés y turbulencia, y de hacer cambios profundos en caso de ser necesario.
Sin embargo, y a pesar de que los directorios son un factor decisivo en los momentos críticos, es importante tener en cuenta de que situaciones y escenarios como el que están viviendo las empresas locales hoy no son (o, al menos, no deberían ser) la norma general.
Ello implica no ceder en la visión de que su rol es, sobre todo, liderar a la organización hacia su crecimiento y sostenibilidad. El presidente y el comité de nominaciones son los encargados de cuidar este aspecto no sólo al momento de conformar un gobierno corporativo, sino también al momento de evaluar el funcionamiento de éstos.
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