Es normal que existan roces con el management team, el tema es cómo lidiar con ellos. Para hacerlo, lo primero es reconocer las responsabilidades de cada parte.
La relación que se establezca entre el directorio y el gerente general va a ser fundamental para lograr que la compañía salga adelante y tenga un buen desempeño. En ese sentido, siempre hay que tener claro que un gobierno corporativo sano se sustenta en una sana dependencia jerárquica entre el directorio y su gerente general.
Si esta supeditación no existe, estuviere debilitada o desatendida, los resultados ocasionarán altos costos para la empresa dado que habrá asimetrías de información. El resultado sería muy negativo, ya que se termina menoscabando la autoridad orgánica de ese directorio, pues no podría ejercer a cabalidad sus tareas de supervisión.
Para no debilitar ni al directorio ni al gerente, el primer paso es tener muy claras las tareas y responsabilidades de cada parte. El directorio es quien define la cultura corporativa, sus valores, su misión, su visión y, en definitiva, toda la esencia de la empresa . Por su parte, el gerente gestiona los recursos para trasladar todo aquello a la práctica y hacia la generación de beneficios; por ejemplo, trazando estrategias. Asimismo, el directorio es quien evalúa la gestión de ese gerente.
El gerente también se encuentra más en contacto con el resto del organigrama que el directorio. De hecho, es el gerente quien vigila que los empleados cumplan con las estrategias diseñadas y con la cultura corporativa de la empresa. A través de la comunicación vertical, el gerente elabora informes para trasladar al director, quien tomará las decisiones definitivas en función de lo que estos incluyan, o bien las trasladará a la Junta Directiva en las empresas en que esta exista.
Además de tener claro qué hace cada figura, hay que hacerse cargo de la relación que existe entre ambos; directorio y gerencia. Lo cierto es que es normal que existan roces. Después de todo, un gerente general completamente satisfecho con sus directores puede indicar una concentración desmedida del poder en la administración. Asimismo, cuando los directores tienen al gerente en un pedestal de héroe, quizás no cumplan con su deber fiduciario de proteger los intereses de los accionistas y demás stakeholders, o descansen demasiado en los logros del pasado.
Por lo mismo siempre es recomendable que las reuniones de directorio se realicen con la presencia del gerente general, para evaluar los pasos a seguir y cómo se proyecta la empresa.
Ahora bien, es bueno tener claro que existen circunstancias en que el directorio debe sesionar sin el gerente, ya sea porque su presencia inhiba acuerdos que pudiere afectarle, o porque la discusión requiriese un tratamiento más confidencial, reservado o libre de presiones. Son reuniones excepcionales pero que también son muy necesarias para mantener una buena y sana convivencia.
Por ejemplo, cuando corresponda evaluar el cometido del gerente, sus competencias y habilidades para llevar a cabo la estrategia corporativa de la empresa, y sus respuestas frente a escenarios en constante mutación. Tampoco debiera estar presente cuando en el debate converjan asuntos que impliquen conflictos de interés para el gerente, tales como fijar su remuneración, evaluar sus relaciones y conductas al interior de la organización, y la forma en que desarrolla la cultura corporativa definida por el directorio.
Tampoco se debiera contar con la figura del gerente cuando el directorio delibere sobre materias estratégicas en las que hay visiones contrapuestas entre sus miembros y fuere necesario que el debate se desarrolle sin la presencia del ejecutivo responsable de implementar el acuerdo. Por último, cuando el directorio se aboque a la renovación de su Visión, tarea que supone debates especulativos, a veces mejor logrados sin la presencia del gerente general.
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